Hace varias semanas que se está hablando en los medios de comunicación de masas sobre crianza colectiva, en comunidad, en tribu… Seguro que habéis oído las declaraciones de Anna Gabriel en las que defiende un tipo de crianza en tribu, en la que un grupo de gente convive y cría a sus hijos en comunidad. Las declaraciones han generado mucha polémica, como era de esperar, en política cualquier excusa es buena para hacer ruido…
Más allá de tendencias ideológicas, estamos encantados de que la polémica haya favorecido el debate sobre temas de crianza, conciliación, pedagogías alternativas… Desde El bosque de las caracolas siempre hemos tenido vocación de expansión y de compartir nuestra experiencia, y hemos podido contribuir en este caso charlando con El confidencial y con El Huffington post para contarles qué es para nosotros un grupo de crianza compartida y cómo beneficia a nuestras familias.
A punto de terminar nuestro tercer curso escolar, podemos hablar con perspectiva sobre todo lo que nos ha traído esta experiencia de crianza en comunidad. Compartir esta etapa de nuestras vidas con otras familias es un regalo y no concebimos una forma distinta de crianza a estas alturas.
Un grupo de crianza compartida por lo general nace con vocación de ofrecer un entorno amoroso a un grupo de niños, pero lo cierto es que en poco tiempo el grupo va mucho más allá y se convierte en una gran familia, en un lugar de encuentro para niños y adultos, un lugar donde recogerse, crecer, aprender, compartir, llorar, reír, disentir y consensuar… Es la experiencia más grande en un momento tan especial. Es regalarse un tiempo de dedicación a lo que seguramente será el proyecto con más trascendencia de nuestras vidas: LA CRIANZA. Y lo ponemos con mayúsculas, porque lo que hemos visto en nuestro grupo de crianza compartida, es que todos crecemos, todos aprendemos, no solo los niños… Como dice David, nuestro educador, “los niños no tienen nada que aprender en esta etapa, ellos ya lo saben todo; somos nosotros, los adultos, los que tenemos que aprender de ellos”.
Aquí, ahora, sentimos que para nosotros la mejor manera de acompañar a nuestros hijos es compartiendo, creando vínculos con otros niños y adultos y apoyándonos, para disfrutar juntos del proceso y para ayudarnos en los momentos difíciles, que los hay, ¡y muchos!
Ojalá este movimiento siga creciendo y los barrios se organicen -con o sin ayuda de la administración- y se creen lazos intergeneracionales que permitan que los niños crezcan con sostén emocional y que los padres no tengan que renunciar a ámbitos profesionales o personales por falta de familiares, y a su vez que otros colectivos disfruten de la alegría de tener niños alrededor.
Seguimos caminando…